miércoles, 19 de octubre de 2011

La hora de la comida


por Bernabé Tierno

Al principio la madre no es para el niño otra cosa que quien le proporciona alimento. Madre es igual a comida y placer. Es hacia los seis o siete meses cuando el bebé distingue a su madre de otra mujer.

El destete afectivo que suele tener lugar al tiempo que el alimenticio se ha de producir de manera gradual y lenta pero progresiva, ya que el niño tiene que sentir que él es algo distinto de su madre y no forma cuerpo con ella.

La ausencia de la madre puede producir los mismos efectos que un abandono. La pérdida de la madre-alimento puede vivirla el niño de forma angustiosa si no se hace de manera gradual.

Conviene que el biberón sustituya al pezón, que lo sostenga el niño con sus manos cuando sea mayorcito y que vaya notándose a sí mismo, paulatinamente como ser distinto a la madre. La mejor manera de superar el destete afectivo y alimenticio sin traumas es proporcionar al niño nuevos estímulos y novedades que capten su atención. A medida que se van despertando sus sentidos y facultades hay que interesar al niño por todo lo que le rodea y que la madre deje de ser el centro de atención y la persona que acuda de inmediato a sus llamadas y llantos toda pesarosa y mimosa.

No al mimo excesivo

Una buena madre ha de saber renunciar al mimo excesivo, permitir al niño que llore de vez en cuando y que compruebe por sí mismo que puede seguir subsistiendo sin que su mamá acuda al momento, etc... Lo que importa es que el niño no vea que siempre puede manejar y preocupar a su madre con llantos y rabietas exageradas.

Un buen momento para iniciar una cierta separación física del niño con su madre es cuando se le empieza a dar alimento con cuchara. Es muy recomendable que sea otra persona quien realice este cometido alternando con la madre o de manera exclusiva. Así aprenderá rápidamente a distinguir entre madre y alimento.

Llamar la atención

Sí la madre no conoce perfectamente los mecanismos psicológicos que subyacen en la relación de dependencia madre-alimento-hijo, fácilmente se dejará llevar por su amor y preocupación maternal en la primera ocasión en que vea que el niño se niega a comer, porque ha descubierto que la manera más segura de captar la atención de su madre y de preocuparla es negarse a comer, o comer con lentitud, para tenerla más tiempo pendiente y ocupada contemplándole.

Este tipo de niños descubrieron desde muy pequeños que no había otra forma mejor de satisfacer sus caprichos y tener preocupados a sus padres que convertir el momento de la comida en su momento estelar: “A la hora de comer yo soy la estrella, todos están pendientes de mí y eso es estupendo”.

Cuando un niño descubre que una determinada conducta atrae la atención de sus padres y que esa conducta les preocupa y condiciona, la utilizará en lo sucesivo como chantaje. En el caso de la comida es la forma más habitual en que los niños de cualquier edad se convierten en negativistas.

«Tienes que comértelo todo», dice la madre de entrada. Entonces el pequeño, prueba a no comérselo todo o tardar dos horas en comer para experimentar y ver qué es lo que hace su madre. Si comprueba que la madre insiste una y otra vez, se enfada, se inquieta y hace un problema de que el niño coma menos y además le cuenta a familiares y amigos «el problema que tiene el niño».

Soluciones al problema

1. Interesa, sobre todo, saber prevenir, es decir, que la madre desde los primeros meses y el primero y el segundo año de la vida no se manifieste jamás angustiada porque su hijo come más o menos, ya que el niño captará esta preocupación y tratará de explotarla para seguir teniendo a su madre más pendiente de sí. Lo más fácil, por tanto es prevenir, educar al niño adecuadamente respecto al acto de alimentarse. Es una necesidad fisiológica, y, si deja al niño que siga sus deseos naturales, satisfará sus necesidades alimentarias cuatro veces al día sin ofrecer más problemas.

2. Cuando ya esté avanzado el problema porque los padres enseñaron al niño a convertirse en el centro de atención a la hora de comer, sólo hay una forma correcta de que el niño vuelva a comer sin causar problemas, y es apartarlo de los padres durante una temporada y que nadie se ocupe de prestar la más mínima atención sobre si come o no come. Que pase unos días con algunos familiares que no se anden con mimos o que se quede a comer en el colegio y, en todo caso, que los padres se convenzan de verdad de que el problema lo han causado ellos con su conducta y tomen la firme resolución de no prestar la más mínima atención a si come o no. Que el hambre se imponga a los deseos de llamar la atención.

3. Además de lo anterior, ofrecer al niño otras alternativas de ser importante y de atraer la atención de sus padres, ya sea alabando y prestando atención a otras cualidades y conductas positivas o fomentando de manera directa un comportamiento más esforzado y deseable que ha de ir logrando el niño de manera gradual. Los padres deberán recompensar en todo momento todas las aproximaciones que haga el niño a esa conducta nueva y positiva que desean fomentar.

4. No limitarse, por tanto, a ignorar la conducta negativa de hacer un problema la hora de comer, sino por el contrario procurar dirigir la atención y los refuerzos hacia conductas positivas que sirvan de alternativa al niño para saciar sus deseos y necesidad de sentirse importante y atendido por sus padres... siempre que la conducta sea, por supuesto, digna de atención.

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