miércoles, 24 de agosto de 2011

Contra el acoso escolar: para Alumnos y para Padres


CONTRA EL ACOSO ESCOLAR

INFORMACION PARA ALUMNOS

INTRODUCCIÓN

Todos queremos sentirnos a gusto con nuestros amigos y compañeros del colegio, pero no todos podemos conseguirlo siempre.
En este artículo tratamos situaciones que viven algunos chicos y chicas en la escuela. Nos interesa destacar las situaciones en las que alguien se mete con otro compañero de forma continuada, le ofende y acosa, pudiendo llegar a agredirle físicamente o simplemente a ignorarle, hacer como que no existe, que no vale la pena relacionarse con él o ella. En todo caso la intención es la de hacerle daño y quedar por encima de esa persona. A veces, después de que un chico/a o un grupo comienza a meterse con otro/a, los demás de la misma clase o de clases cercanas también se meten con él/ella y, al final, esa persona se ve aislada y rechazada por todos. En otras ocasiones puede ocurrir que alguien, sin razón alguna, le diga a otro “a la salida te espero” o “si no me traes dinero mañana, te vas a enterar”. Algunos chicos pueden llegar a ser terriblemente dañinos para sus compañeros y ocasionarles miedo a costa de burlarse de ellos y maltratarlos.
Sobre estas cosas cuestiones queremos reflexionar en esta web, planteándote preguntas para ver cómo las vives y sientes.

HABLANDO DEL MALTRATO ENTRE COMPAÑEROS

A menudo los que están siendo acosados, aquellos con los que se meten y de los que se ríen otros, se sienten tristes, tienen miedo y no cuentan lo que les pasa a nadie. El maltrato se alimenta con el silencio de todos: de los que lo hacen, de quien lo padece, y de quien lo ve y no lo remedia. Se sabe que la única forma de parar el maltrato entre compañeros es dando a conocer los hechos y los sentimientos y hablando entre todos sobre lo que está ocurriendo. Si se comunica, es más fácil que alguien nos pueda ayudar y nos facilite ideas para detener la agresión. Si los hechos se hacen públicos, el que se mete con otro tiene que dejar de hacerlo y dar cuenta de sus hechos. No debemos creer que decir la verdad acerca de nuestra indefensión y nuestras preocupaciones es de cobardes. Todo lo contrario: el cobarde es aquél que se ampara en la amenaza y que no da la cara.
Recuerda: El maltrato entre compañeros tiene que ser comunicado a otras personas que no estén involucradas. No hay que dejar que el silencio lo aumente y dé pie al agresor a abusar con más intensidad.

DESCRIBIENDO EL MALTRATO ENTRE COMPAÑEROS

Las relaciones de maltrato se dan cuando alguien hace daño a otra persona de forma repetida. Así cree hacerse fuerte a los ojos de los demás. Se quiere demostrar que se es importante.
Hay muchas formas diferentes de meterse con un compañero y maltratarlo:
  • lograr que el compañero maltratado haga cosas que no quiere hacer y que le pueden traer problemas;
  • exigirle dinero;
  • hacerle el vacío, consiguiendo que los demás tampoco se relacionen con él o ella;
  • insultarle, ponerle motes, burlarse, reírse de él;
  • sembrar rumores, bulos; chismorrear;
  • amenazarle verbalmente o por escrito (notas, mensajes en el móvil, ...);
  • darle empujones, collejas, pelearse o pegarle.
Cuando un niño o adolescente está siendo acosado, sufre varias de estas situaciones sucesivamente o a la vez, y suele ser un grupo de compañeros el que maltrata, aunque a veces sólo lo hace uno. En ocasiones el chico o chica con el que se meten los demás puede llegar a pensar que tiene la culpa de lo que le ocurre. Puede sentirse tan triste y decepcionado de sus malas relaciones con sus compañeros que tendrá problemas para concentrarse y su rendimiento académico bajará; incluso puede caer en una depresión. En todo caso, su situación personal se convierte en algo que a nadie le gustaría sufrir, y nadie debería sufrirlo.
Los agresores cada vez se sienten más fuertes, se creen más populares y se ven poderosos, pues se les tiene miedo. Su falta de respeto por los otros y su intolerancia hacen que le vayan perdiendo el respeto a más gente, pudiendo llegar a convertirse en los matones de la clase, a los que se les tiene miedo y con los que -en el fondo- nadie quiere estar.
Recuerda: En las situaciones de maltrato hay una persona que se siente acosada y maltratada por otro (u otros). El maltratador se hace el fuerte y obtiene poder ante los demás. A pesar de ello, una persona que actúa así -con desprecio y falta de respeto hacia otro- realmente no es valorada, respetada o admirada sino temida. Lo único que conseguirá será el miedo de los demás, no su respeto.

“SE METEN CONMIGO MÁS QUE CON OTROS COMPAÑEROS; ME GUSTARÍA HACER ALGO”

Algunos chicos y chicas creen que, cuando se meten con ellos, lo mejor es callarse y pasar desapercibido, pero eso a menudo agrava la situación. Tampoco hay que ir por el mundo desafiando a aquellos que nos gastan una broma o que se meten un poco con nosotros. A veces es mejor evitar una situación que nos pueda resultar difícil. Pero: cuando de forma continuada se metan mucho contigo, o con un compañero, debes recordar lo siguiente:
Cuéntaselo a alguien: a un amigo, un profesor, a tus padres, o pide ayuda a PROTEGELES a través de esta Línea de Ayuda.
Tú solo posiblemente no puedas hacer frente a un acoso reiterado de un grupo de compañeros. No es ninguna vergüenza pedir ayuda. Hazlo y te escucharemos.
Busca protección en otros compañeros: no andes solo/a; busca amigos/as con quien relacionarte.
Respétate a ti mismo/a y piensa que nadie tiene derecho a tratarte mal de forma reiterada y con intención de hacerte daño. Sé firme en la convicción de que tú vales tanto como cualquier otra persona.
Intenta no mostrar miedo. En cuanto puedas, expresa tus sentimientos a alguien en quien puedas confiar y que pueda ayudarte a buscar soluciones.
Hazle saber al profesor Tutor lo que te pasa y que te gustaría que se hablara de la convivencia en tu grupo clase, sin tener que centrarse en tu problema en particular.
Revisa si hay algunas cosas de las que dices o haces que irrita a tus compañeros o no suele gustarles e intenta cambiarlas. Practica otras formas de responder en esas situaciones concretas.
Pide cuanto antes ayuda y orientación a PROTEGELES: contacto@protegeles.com

“ALGUNOS COMPAÑEROS ME VEN DIFERENTE (porque soy de otra raza, país, religión o bien soy diferente físicamente: más gordo, más bajo, más alto, visto diferente,...).
SIENTO QUE SOY CULPABLE DE ALGO, ¿QUÉ ME PASA?”

Cada persona es diferente a las demás y eso es bueno. Cada cual es como es y eso nos hace único y valioso. Incluso dentro de un mismo grupo, de una misma clase social o de una misma raza nadie es igual a otro. Todos somos diferentes y ahí eso enriquece a la Humanidad.
No creas que el problema lo tienes tú, sino al revés: el problema lo tienen aquellos que se creen superiores. Muchas veces nos encontramos con personas intransigentes que sólo aceptan a los que son como ellos. Los que te tratan mal por tu diferencia están encerrados en visiones muy parciales de la realidad: su mundo es muy pequeño, no existe más que en sus mentes.
Las modas pasan, pero las personas perduran. Toda persona tiene derecho a su dignidad personal y ningún compañero o compañera debe ofender a otro o meterse con él por estos signos externos o por su diferencia de raza, religión o cultura. Si algún compañero se mete contigo por tu raza, tu apariencia física o tu forma de vestir, no le prestes atención. Si continúa metiéndose, házselo saber a tu profesor Tutor para tratar el tema en la clase de Tutoría.
Recuerda: Cada individuo es único y valioso. La intolerancia y el racismo son también formas de maltrato entre compañeros. No permitas que tu dignidad personal se vea atacada por estas causas, ni ofendas a nadie por sus valores culturales o religiosos. Todas las personas somos diferentes y nuestros rasgos físicos, forma de vestir o gustos deben ser respetados por todos.
¿Tienes algún amigo o amiga que sea diferente a ti?
¿Conoces algún caso de racismo, con motes racistas o burlas ofensivas, que se estén dando en tu entorno? En caso afirmativo, ¿qué has hecho al respecto?
¿Sufres tú algún acoso a causa de tus gustos, cultura, religión o aspecto físico?
¿Has comentado este tipo de hechos en algún momento en tu clase con el profesor Tutor?

“ME GUSTARÍA DECÍRSELO A MIS PADRES O AL PROFESOR, PERO NO SÉ CÓMO HACERLO”

Muchos chicos querrían hablar de los problemas que están sufriendo o que están viendo que sufren otros, pero no se atreven a hacerlo, ni ven el momento adecuado para ello. A veces ni siquiera se atreven a comentarlo con otro compañero, aunque sea su amigo. Les da vergüenza y les duele tener que reconocer que están en una situación de indefensión que refleja debilidad ante alguien que se ha erigido como poderoso. Sin embargo es necesario que el maltrato salga a la luz. Es la única forma de que paren las agresiones.
En ocasiones en el maltrato no se ha producido ninguna agresión física, sino que el temor nace de una amenaza velada o indirecta, como por ejemplo a través del teléfono móvil o internet, y no se puede determinar con exactitud quién está detrás de ella. Por eso no se sabe cómo explicarlo. Aún así, es necesario que se cuente, que se hable de ello y que se ayude, tanto al que arremete contra otro como al agredido. Piensa que es muy posible que el agresor necesite contarlo tanto o más que tú, pues necesita aprender a dejar de actuar así con los demás.
Pero, si no sabes cómo contarlo a un adulto o tienes miedo a que te tachen de “chivato”, piensa que no hay ninguna justificación para que sigas sufriendo tú o un compañero, y que los conflictos hay que abordarlos para que se resuelvan. Por ello te sugerimos:
  • No esperes hasta que el nivel de daño u hostigamiento te haya causado mucho miedo o malestar. Actúa en cuanto sientas que se están pasando contigo, que cada vez son más personas las que te maltratan o lo hacen con más frecuencia o intensidad. Actúa cuanto antes.
  • Decide a qué adulto o compañero le quieres contar tu problema Busca un momento tranquilo en el que puedas hablar con sinceridad para expresar lo que te pasa. Le debes contar los hechos, tus emociones (lo que sientes, tus inquietudes, tus miedos,...), tus deseos,... y solicitar ayuda.
  • Pídele que sea discreto, que no vaya contando a cualquiera lo que te está pasando y que te ayude a trazar un plan para detener el maltrato.
  • Confía en que, en realidad, casi todo el mundo piensa que no está bien que un compañero sufra por la agresión de otro. Tendrás muchos más apoyos de los que esperas. Cree en ti y en los demás.

Recuerda: Comunica las situaciones de maltrato cuanto antes. Escoge una persona de tu confianza y cuéntale cómo te sientes, qué está ocurriendo, tus inquietudes o miedos y lo que quieras que ocurra para que paren las agresiones.

“SON COSAS NUESTRAS… SÓLO ES UNA BROMA”

Cuando alguien se mete con otro, una de las frases más usuales para justificarlo es: “era una broma”, o “siempre nos tratamos así” entre compañeros, o “no es para tanto”. Estas palabras suelen encubrir el reconocimiento de que se ha actuado mal, pero no se quiere reconocer la falta. Reconocer los propios errores es el mejor método para demostrar que realmente se quiere cambiar, que se quiere dejar de agredir.
A algunos chicos o chicas les cuesta entender que, al agredir, otros sufren; es decir, que aquello que te hace daño a ti también hace daño a los otros. No entienden el concepto de “empatía”, es decir, la capacidad de ponernos en el lugar del otro y ser capaz de entender sus sentimientos.
A todos nos gusta que los demás nos comprendan y nos traten con respeto. En la amistad hay una situación de igualdad en la que los amigos se gastan bromas, juegan, pero no tienen la intención de hacerse daño. En el caso de que esto ocurra, los amigos se piden perdón y hacen las paces. Así aprenden a tenerse confianza y respeto.
Sin embargo, cuando unos se meten con otros con intención de dañar, les hacen sufrir. Sienten placer al ver que son más fuertes y que pueden humillar con facilidad y continúan haciéndolo. Son incapaces de sentir empatía y aceptar que la otra persona lo está pasando mal. Cuando sucede esto, estamos ante una situación de maltrato entre compañeros, y quien siga por ese camino, acabará siendo mal visto por los demás y sintiéndose tan mal como aquél a quien agrede. Ya no es “una broma”, es acoso y falta de respeto hacia una persona.
Recuerda: No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Las bromas son buenas para la relación cuando ambas partes están de acuerdo con ellas pero, si a alguien le hacen daño, hay que dejar de hacerlas y pedir perdón si es necesario. Cuando veas que alguien está sufriendo, ponte en su lugar y piensa cómo te sentirías tú en esa situación.

Y SI TÚ TE METES CON OTROS COMPAÑEROS...

Sólo algunos chicos o chicas hacen sentir miedo a los demás. En su comportamiento suelen reproducir una imagen dura y agresiva que no refleja sus sentimientos. Esta “máscara” es más frecuente entre los chicos. Las chicas prefieren formas de maltrato menos manifiestas: sembrar rumores, hablar mal de alguien, excluir de su círculo de amistades…
Con frecuencia quien se mete con los demás suele tener problemas en casa, o reproduce un comportamiento agresivo que ve en su entorno, o simplemente no sabe controlarse. Si éste es tu caso, seguramente lo estás pasando mal y en el fondo te sientes inseguro, pero quieres demostrar dureza ante los demás. La agresión reiterada acabará volviéndose en tu contra y haciéndote daño a ti también. Por ello ten en cuenta lo siguiente:
No creas que la gente te respeta por asustarla. Simplemente te tiene miedo, pero no eres realmente aceptado. Busca el respeto de los demás, no el dominio sobre los demás.
No te conformes con tu forma de actuar. Intenta cambiar tus reacciones agresivas y fíjate en cómo actúan otras personas en las mismas circunstancias.
Date cuenta de que a corto plazo es posible que ganes, pero a largo plazo, si continúas metiéndote con otras personas, tendrás muchos problemas en la vida. La agresión tiene consecuencias que tarde o temprano tendrás que asumir.
Pide ayuda a algún profesor, orientador o tutor si tienes problemas familiares. Si te encuentras mal o necesitas hablar de tus problemas con alguien, confía en los demás.
Piensa en el daño que les estás haciendo a los otros. Ponte en su lugar e intenta imaginar cómo te sentirías tú.
Si tus amigos refuerzan tus tendencias violentas y te retan a actuar a veces como un matón, busca nuevas amistades y retírate poco a poco de ellos.
Cuando te sientas enfadado y no puedas controlar tu ira, respira hondo e intenta autocontrolarte. Cuenta hasta cinco antes de actuar y, si te es posible, retírate a un lugar tranquilo en el que puedas desahogarte.

Recuerda: La agresión hacia otros compañeros trae consecuencias a corto y largo plazo. Al final te hará daño a ti. Demostrando tu fuerza, no conseguirás ser respetado sino temido. Intenta autocontrolar tus impulsos. Pide ayuda o acepta ayuda de algún adulto si te es difícil cambiar.

“A VECES ACOMPAÑO A QUIENES INSTIGAN A OTROS COMPAÑEROS E INCLUSO ME METO TAMBIÉN CON ALGUNO, PERO NO PARTICIPO ACTIVAMENTE. SOMOS SÓLO UN GRUPO DE AMIGOS QUE NOS LO PASAMOS BIEN”

Una de las claves del maltrato es la acción en grupo. Se suele empezar con simples bromas (por ejemplo, poner un mote ofensivo). Después se forma un grupo que repite la ofensa insistentemente. Poco a poco se van incrementando la intensidad y gravedad de las acciones. En estos casos suele haber un líder (el que más acosa, tiene más ideas para hacer daño,...) que se ampara en el grupo, se siente arropado y protegido. Conforme avanzan en su acoso, los grupos de agresores se cierran más al resto de los compañeros, y utilizan a la víctima como una forma de reforzar la sensación de pertenecer a su grupo.
Sus acciones encuentran a veces reflejo en la actuación de los demás. Así, quien quiera entrar en el grupo de agresores puede maltratar igualmente a la víctima para poder ser admitido. Incluso puede llegar a formarse un segundo grupo que, sin agredir con la intensidad que el primero, empiece a meterse también con la víctima; así sienten que adquieren su parcela de poder.
Todo esto causa miedo entre los compañeros. Los observadores que ríen las “gracias” y los que no denuncian lo que están viendo, refuerzan las acciones intimidatorias del grupo de agresores. Si participas de cualquiera de estas formas en situaciones de maltrato, estás animando a que se formen grupos que acosen a los demás.
Recuerda: El maltrato entre compañeros está muy ligado a la acción en grupo. Suele haber un líder al que acompañan y arropan otros. Su acoso puede verse imitado por nuevos grupos que maltraten de forma parecida a la víctima. Otra forma de reforzar los grupos de agresores es reírles las gracias y consentir que actúen así. Si actúas de alguna de estas formas, estás aumentando las posibilidades de que las acciones de maltrato se den con más frecuencia en tu clase y escuela.

“YO NO LO HAGO PERO SÉ QUIÉN LO ESTÁ HACIENDO… Y QUIÉN LO PADECE. ME GUSTARÍA QUE NO LO HICIERAN, PERO NO SÉ BIEN QUÉ HACER PARA AYUDAR AL CHICO/A CON EL QUE SE METEN”

Hacer frente a las situaciones de maltrato puede dar miedo, pues tendemos a pensar que si ayudamos al chico o chica con el que se están metiendo, nos vamos a convertir también en un objetivo. Sin embargo, si te mantienes en silencio, tu actitud será interpretada como aprobación del acoso y te convertirás indirectamente en parte de los que acosan. También es verdad que, en ocasiones, no sabes bien quién empezó a meterse con quién, especialmente si el acosado a su vez se mete con otros, y entonces piensas que es más sencillo no meterse en problemas.
Pero hay muchas formas de ayudar sin tener que enfrentarte frontalmente con los agresores. Te sugerimos las siguientes estrategias:
No rías las gracias de los que se meten con otros.
Habla con el compañero acosado y pregúntale cómo se siente y lo que está ocurriendo.
Comenta con un profesor de confianza lo que estás viendo.
Cuenta en casa la situación y busca consejo en tus padres.
En caso de agresiones reiteradas o de intensidad muy grave (pelea, vejaciones, robos, agresiones en los vestuarios del gimnasio, persecuciones a la salida de clase, amenazas graves, u otras acciones que puedan causar mucho daño), avisad inmediatamente a un adulto.
Ponte en contacto con la organización de protección del menor PROTEGELES contacto@protegeles.com
Propón la discusión de este tema en Tutoría como preocupación del grupo.
Crea, con la ayuda del Tutor, un grupo de voluntarios que ayuden a posibles víctimas.
Redactad entre todos, en Tutoría, un código de respeto entre compañeros.
No calles: es tolerancia hacia el agresor.
 
Recuerda: Cuando veas situaciones de maltrato, ACTÚA: no consientas, no rías las gracias, comunícalo a un profesor y propón hablar de estas cosas en Tutoría. NO CALLES, PUES EL SILENCIO PERPETÚA EL ACOSO.

“ME GUSTARÍA HACER ALGO PARA QUE ESTAS COSAS NO OCURRIERAN EN MI ESCUELA”

El maltrato entre compañeros se da en todas las escuelas con mayor o menor intensidad. Si los profesores, los padres y los alumnos son conscientes de que el maltrato existe; si han hablado sobre el tema y todo el mundo tiene claro lo que es tolerable y lo que no en las relaciones entre compañeros: el maltrato será mucho más leve, porque se podrá hablar con facilidad sobre lo que nos hace sentir mal.
No todas las escuelas actúan igual y no todas lo consideran un tema de especial interés. En algunos lugares piensan que no se produce maltrato alguno. Sin embargo, olvidan que se puede maltratar de formas muy sutiles (amenazas, chismes, exclusión o rechazo...), que también son formas de herir y de acosar a otros.
Tú puedes ayudar a que no se produzcan estas situaciones. ¿Cómo?:
  • Siendo crítico con este tipo de comportamientos y no permitiendo que las bromas se conviertan en agresión intencionada y, sobre todo, no participando ni callándote cuando vea que se está haciendo.



INFORMACION PARA PADRES

INTRODUCCIÓN

Con frecuencia algunos padres se muestran preocupados por el estilo de relaciones que establecen sus hijos o hijas con sus compañeros de colegio. Pero sea como fuere la vida relacional de los hijos, especialmente a partir de la preadolescencia (10 años) y hasta los 16 años, se nutre de unos profundos cambios e incertidumbres que pueden provocar malas relaciones y especialmente maltrato reiterado entre compañeros.
Los estudios nos indican que aproximadamente uno de cada tres adolescentes entre 12 y 16 años se ve involucrado –ya sea como agresor o como víctima- en situaciones de abuso, cercanas a veces al maltrato grave. Sin embargo, los porcentajes de chicos y chicas que sufren o ejercen un maltrato grave -por su intensidad o por su duración- son drásticamente más bajos: del 2% al 4% de los jóvenes. Por lo tanto, en la mayoría de los casos, la intervención será preventiva o para tratar incidentes de baja intensidad.
A pesar de que cada caso de relación dañina entre adolescentes debe ser analizado en su singularidad y abordado desde la serenidad, prevaleciendo la imperiosa necesidad de detener el daño y restablecer un equilibrio de poder entre agresor(es) y víctima(s), existen no obstante ciertas claves que nos pueden facilitar la prevención, el análisis y la intervención en este tipo de hechos. Pretendemos aquí exponer dichas claves y establecer algunas pautas de actuación que nos ayuden a saber tratar los incidentes por maltrato entre chicos y chicas en edad escolar.

¿QUÉ ES EL MALTRATO ENTRE IGUALES?

Uno de los grandes problemas que suscita este fenómeno es la grave dificultad que tenemos para detectar las agresiones que pueda estar padeciendo un adolescente por parte de sus compañeros. A menudo este fenómeno pasa desapercibido o es mal interpretado por los adultos. De ahí que debamos observar atentamente para descubrir el proceso de victimización, basándonos a veces sólo en indicios poco claros o en rumores.
El maltrato entre compañeros puede aparecer de formas muy diversas. No solamente se manifiesta a través de peleas o agresiones físicas, sino que con frecuencia se nutre de un conjunto de intimidaciones de diferente índole que dejan al agredido sin respuesta. Veamos algunas:
  • Intimidaciones verbales (insultos, motes, hablar mal de alguien, sembrar rumores,...)
  • Intimidaciones psicológicas (amenazas para provocar miedo, para lograr algún objeto o dinero, o simplemente para obligar a la víctima a hacer cosas que no quiere ni debe hacer)
  • Agresiones físicas, tanto directas (peleas, palizas o simplemente “collejas”) como indirectas (destrozo de materiales personales, pequeños hurtos,...)
  • Aislamiento social, bien impidiendo al joven participar, bien ignorando su presencia y no contando con él/ella en las actividades normales entre amigos o compañeros de clase.
También se dan situaciones de maltrato por acoso de tipo racista, cuyo objetivo son las minorías étnicas o culturales. En estos casos lo más frecuente es el uso de motes racistas o frases estereotipadas con connotaciones despectivas. Igualmente se producen situaciones de acoso sexual que hacen que la víctima se sienta incómoda o humillada. En los últimos años ha ido en aumento el acoso anónimo mediante el teléfono móvil o a través del correo electrónico con amenazas o palabras ofensivas.
Sin embargo, a veces, una pelea entre compañeros en situación de igualdad puede ser interpretada como maltrato, especialmente por parte del que ha perdido la pelea. Es difícil determinar cuándo se trata de un juego entre iguales, incluso amigos, y cuándo de acciones violentas con intención de hacer daño. Por eso, debemos entender que se considera maltrato toda “acción reiterada a través de diferentes formas de acoso u hostigamiento entre dos alumnos/as o entre un alumno/a y un grupo de compañeros - cosa que suele ser más frecuente - en el que la víctima está en situación de inferioridad respecto al agresor o agresores”. Así, una pelea entre amigos o compañeros derivada de un malentendido, aunque preocupante, puede ser abordada desde el acuerdo mutuo de no agredirse más o incluso haciendo las paces.
Esto, sin embargo, no se da nunca en las situaciones de maltrato. La intensidad del daño puede ser tal – en caso de haberse prolongado durante mucho tiempo dicha situación o de haberse realizado agresiones de gran intensidad - que exigirá una intervención más compleja y con la participación de mayor número de personas.
Del mismo modo hay que distinguir el maltrato entre compañeros de las conductas antisociales o incluso criminales, que deben ser tratadas por las instituciones apropiadas (policía, fiscalía de menores,...) Tal sería el caso de agresiones con armas u objetos punzantes, robos, abusos sexuales, amenazas graves o aquellas en que la vida de la víctima corra peligro. En cualquiera de estos casos, además de ponerse en contacto inmediato con el centro escolar, la familia no debe dudar en denunciar el hecho a la policía en cuanto tenga constancia del mismo.

¿QUIÉN PARTICIPA EN LAS SITUACIONES DE MALTRATO?

El maltrato viene asociado a una situación de dominio-sumisión y tiene un gran componente colectivo al ser un hecho conocido, en la mayoría de los casos, por otros compañeros, además de por los agresores y la víctima. Por otra parte, esta situación suele pasar desapercibida para los adultos (padres y profesores). Por ello se dice que en las situaciones de maltrato entran en juego los siguientes miembros:
  • una víctima, que sufre las agresiones;
  • uno o varios agresores, que ejercen su dominio a través del abuso y el hostigamiento;
  • los compañeros, que observan los hechos y que callan por múltiples razones, o no apoyan con suficiente fuerza a la víctima en el cese de la agresión; y
  • los adultos, que no están suficientemente alertas como para detectar a tiempo la situación de indefensión que vive la víctima.
Cuando se meten con una persona de forma persistente, esta vivencia puede causar miedo, tristeza, inseguridad y disminuye la autoestima. Todo ello interfiere en la vida académica provocando, con frecuencia, absentismo y malos resultados. Puede repercutir también en la vida adulta de la víctima, dificultando sus relaciones sociales y especialmente su seguridad y autoconfianza.
Por otro lado, es importante que los agresores entiendan que no es lícito obtener poder y salirse con la suya agrediendo a otros. Si los adultos no se lo explicamos con claridad, ellos perpetuarán su comportamiento en la edad adulta y tendrán más probabilidades de encontrar dificultades con la ley en la adolescencia.

¿POR QUÉ OCURREN ESTOS EPISODIOS?

Las causas por las que un chico o una chica arremete constantemente contra otro compañero o compañera, llegando a crear una situación abusiva de dominio, son múltiples. Los estudios sobre este asunto indican factores personales, familiares y sociales del agresor y la víctima, así como factores relacionados con la cultura escolar.

AGRESOR:

Factores personales, familiares y sociales: Las relaciones y sentimientos de los padres del agresor hacia su hijo son trascendentales, ya que modelan comportamientos que más tarde serán repetidos por él. La característica compartida por los agresores es la falta de empatía, es decir, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, la no creencia en que sus actos repercuten en otra persona que los siente y padece como un tormento. A menudo el agresor puede llegar a pensar que la víctima se lo merece, pues las acciones de éste le han provocado y han precipitado la reacción intimidatoria.
El matón, el agresor líder, a pesar de su impopularidad entre los compañeros de clase, consigue con sus actos que su posición en el grupo, su reconocimiento, mejore, demostrando ante los demás que es fuerte al producir miedo y manifestar prepotencia en sus relaciones con aquellos que no pertenecen a su grupo. Al principio, el agresor se meterá con su víctima con malos tratos de intensidad baja pero, conforme transcurra el tiempo y observe que su víctima carece de protección, irá aumentando la intensidad y frecuencia de los abusos, creando un círculo vicioso de agresión, un proceso de victimización, que de ninguna forma debe proseguir.
Factores relacionados con la cultura escolar y formación de grupos: De sobra es sabida la importancia que tienen los amigos, el grupo de iguales, para el desarrollo evolutivo de niños y adolescentes. En ocasiones este factor grupal refuerza la unión y consistencia del grupo a través de terceros, los chivos expiatorios, que sirven para reforzar los vínculos de amistad, clave en la preadolescencia y adolescencia. Por ello, el maltrato tiene el momento de mayor intensidad y frecuencia desde los 11 a los 13 años, si bien es en el arco de edad de los 12 a los 16 años donde mayor número de estudios se han realizado. El grupo de agresores a veces se constituye formalmente alrededor del proceso de victimización y actúa paulatinamente, creando una conciencia colectiva en la que la víctima es cada vez menos estimada y valorada, lo que favorece que las agresiones aumenten en cantidad e intensidad.
Por otro lado la actitud de la escuela y el clima de relaciones interpersonales y de respeto entre sus miembros es un factor muy importante. Las escuelas que permiten y favorecen que los alumnos comuniquen sus dificultades y en las que éstos se sienten escuchados serán capaces de prevenir e intervenir cuando empiecen los hostigamientos. El agresor sabrá que existe una clara oposición a las acciones de prepotencia y agresión que quiera realizar.

OBSERVADORES:

El grupo de los observadores posee una influencia crucial en el curso de los acontecimientos, pues en el caso de oponerse a las agresiones, los agresores perderán justificación y poder y tendrán que ejercer mayor número de agresiones a más víctimas o cejar en su empeño. El miedo a ser ellos mismos los atacados por los agresores sirve de barrera psicológica para irse separando paulatinamente de la víctima. Pero los observadores han de entender que es el parámetro moral compartido por todos ellos lo que les ha de unir, tanto si es a favor de los agresores como si optan por la víctima, y ahí reside precisamente su fuerza para parar los hostigamientos y amenazas.

VÍCTIMA:

Factores familiares, personales y sociales: Si difícil es determinar el perfil del agresor, más difícil es precisar las características de las victimas sin estigmatizarlo. Los factores familiares asociados a este perfil apuntan a la sobreprotección como causa primordial, que impide el desarrollo social del chico o de la chica conforme a su desarrollo evolutivo. Sin embargo no todas las víctimas son iguales. El gracioso, el provocador y el molesto se sitúan en la fina línea que separa a la víctima del agresor, pudiendo representar ambos papeles.
Aún así, podemos trazar una característica compartida por las víctimas: su falta de competencia social, la cual se refleja en su carencia de asertividad; esto es, su dificultad para saber comunicar sus necesidades claramente y para hacerse respetar por los demás. Su situación de víctima refuerza su vulnerabilidad y le debilita socialmente ante los otros –ante el conjunto de los compañeros, no ya sólo ante sus agresores- y pierde popularidad paulatinamente entre sus iguales. A menudo su situación académica se deteriorará y sufrirá estrés emocional, que contribuirá a aumentar las dificultades de aprendizaje que se le presenten. El miedo y la sensación de incompetencia tanto como el sentimiento de culpa le impedirán comunicar sus dificultades a otros, pudiendo llegar a situaciones de depresión y a una importante falta de autoestima.
A pesar de todo lo dicho, debemos tener presente que puede acabar siendo víctima cualquier chico o chica que no tenga el amparo de sus compañeros. Ante los ojos del agresor, cualquier razón es suficiente para convertirse en víctima: los rasgos físicos, la indumentaria, la capacidad intelectual, la sensibilidad artística, los buenos resultados académicos, etc. En resumen, cualquier forma de diferencia, de distinción, cosa que es realmente preocupante, porque constituye el germen de la intolerancia y la insolidaridad.
Factores relacionados con la cultura escolar y la formación de grupos: La víctima, cuando comienzan a meterse con ella -a menudo a través de insultos, rechazos, motes,...- irá perdiendo apoyos entre sus compañeros, pudiendo llegar a sentirse, incluso, merecedor de la agresión por algún problema personal que pueda o imagine tener. Si continúan los malos tratos puede sentirse totalmente aislado de sus compañeros y sufrir un infierno personal.
Las escuelas conscientes de la diversidad de su alumnado están atentas a los componentes emocionales de sus miembros, trabajan la cooperación y el compromiso entre alumnos y reconocen la valía personal de cada uno de sus alumnos. Más allá de la competitividad y la búsqueda exclusiva de buenos resultados académicos, dichas escuelas estarán prestas a crear ambientes de confianza y escucha ante los conflictos entre alumnos. Las víctimas tienen que sentir que en su medio escolar se les apoya y que tienen derecho a comunicar su situación de indefensión. Las escuelas que trabajan la amistad, el buen clima en el grupo clase y la solidaridad y el respeto entre compañeros tendrán mejores estrategias para prevenir las situaciones de maltrato entre iguales.

¿QUÉ TRASCENDENCIA PUEDEN TENER ESTOS CASOS?

Algunos adultos pueden llegar a pensar que el maltrato entre iguales forma parte de la evolución natural (“los chicos tienen que hacerse mayores, tienen que hacerse fuertes y aprender a defenderse”). Pero la verdad es que es absolutamente indeseable, innecesario e inmoral tener que crecer y “hacerse mayor” de esta forma. La víctima se suele sentir sola, infeliz y atemorizada; perderá la confianza en sí mismo y en los demás y llegará a pensar que siempre va a estar en peligro y amenazada; incluso se sentirá culpable de lo que le pasa. Esto indica que está siendo limitada en su desarrollo personal, que carece de libertad y derechos ante los demás.
El maltrato produce estrés psíquico, lo que constituye un problema grave para la salud de la víctima, quien puede llegar incluso al suicidio en situaciones de desesperación. No obstante, los sentimientos más comunes son angustia, intranquilidad, miedo, falta de confianza, soledad y, en algunos casos, depresión.
En cuanto al agresor, su actitud puede suponer la antesala de conductas pre-delictivas en edad adolescente, pero sobre todo la creencia incorrecta de que se puede lograr poder y liderazgo mediante la imposición, la sumisión del otro y la prepotencia. Es muy probable que un chico que ha sido agresor en la escuela perpetúe las conductas violentas y agresivas en sus interacciones adultas.

NOS HEMOS ENTERADO POR INDICIOS DE QUE NUESTRO HIJO ESTÁ SIENDO ACOSADO Y MALTRATADO CUANDO YA HAN OCURRIDO MUCHAS AGRESIONES, ¿POR QUÉ NO HA CONFIADO EN NOSOTROS?

A veces los hijos callan su situación de indefensión por falta de comunicación con los padres, por vergüenza, por miedo a la forma en que éstos actuarán o por miedo a las represalias de sus compañeros si éstos averiguan que lo han dicho.
Es, por tanto, muy importante generar confianza con nuestros hijos, para que se sientan seguros y sean capaces de contar con normalidad lo que les ocurre en el centro escolar. Aunque cada vez la vida se vuelve más acelerada, estamos obligados a encontrar tiempo diariamente para conversar con ellos y contarnos la marcha del día.
Si tu hijo o hija tiende a tener problemas con sus compañeros de clase o muestra falta de seguridad en sí mismo, recuerda:
  • Busca la comunicación con él/ella desde edad temprana. Genera confianza desde la escucha y el acompañamiento. Comienza con temas cotidianos e intrascendentes; esto favorecerá la comunicación cuando haya algo que realmente le preocupe.
  • Dedícale a tu hijo el mayor tiempo posible. Cuanto más tiempo le dediques se sentirá más importante e interiorizará que para ti el estar juntos es más valorado que otras cosas.
  • A veces los chicos víctimas de sus compañeros encajan mal las bromas; ayúdale a saber llevarlas y a encauzarlas correctamente. Enséñale a dar respuestas alternativas a su forma habitual de responder a aquello que le resulta incómodo. Dile que puede dar contestaciones elusivas, manifestar su desacuerdo sin enfadarse o irse a otra parte cuando el ambiente se haga demasiado tenso.
  • Refuérzale la autoestima valorando sus buenas cualidades y potenciándoselas.
  • Dale apoyo y seguridad con tu presencia y tu escucha, muestra interés por sus necesidades.
  • A la vez, intenta que se desarrolle todo lo posible por sí mismo. No le sobreprotejas, permítele que afronte los dilemas y conflictos con sus compañeros de acuerdo con sus capacidades. Mantente cercano e intervén si consideras que puede correr algún riesgo importante.
  • Enséñale a defenderse con la palabra y a exponer con decisión aquello que le esté causando desasosiego.
  • En caso de peligro, señálale que debe buscar protección en otros compañeros o en los adultos y que no ha de correr riesgos innecesarios. Si está solo se hace más vulnerable a posibles agresiones.
  • Indícale que no lleve objetos costosos o muy llamativos al colegio (móviles, juguetes caros, dinero, ropa de marca,...), ya que estas cosas pueden causar envidia y propiciar robos o amenazas para conseguirlos.
  • Recuérdale que siempre ha de tener la suficiente confianza como para pedir ayuda a un adulto o un compañero si la necesita, pues siempre va a encontrar a alguien que le escuche y se interese por su situación.

¿CÓMO PUEDO AVERIGUAR QUE MI HIJO O HIJA ESTÁ SUFRIENDO ACOSO O MALTRATO POR PARTE DE SUS COMPAÑEROS?

A pesar de los buenos consejos es habitual que la víctima no cuente lo que le pasa, por lo que deberemos estar muy atentos a los indicios que nos indiquen que algo extraño le ocurre. Éstos serían algunos síntomas a tener en cuenta:
Cambios en el estado de ánimo: parece triste.
Se muestra extraño y huidizo.
Parece nervioso; estado que se refleja en miedos nocturnos, micción en la cama, tics nerviosos, irritabilidad, etc.
Se muestra distraído, absorto en sus pensamientos, olvidadizo, asustadizo, etc.
Finge enfermedades o intenta exagerar sus dolencias: dolores de cabeza, de tripa, etc.
Presenta moratones, heridas, etc.
Rehúsa ir a la escuela, expone objeciones varias, simula malestar.
Falta al colegio y da explicaciones poco convincentes cuando se le pregunta el porqué o adónde fue.
No tiene amigos para su tiempo de ocio.
La manifestación de estas conductas no siempre se debe a situaciones de maltrato, por lo que es esencial charlar con nuestros hijos e indagar acerca de aquello que les puede estar ocurriendo. Aunque no siempre sea fácil charlar con un adolescente, pues sus cambios de humor, su deseo de intimidad y su rudeza en el trato -rasgos propios del proceso evolutivo por el que están pasando- hacen en ocasiones muy difícil la comunicación con ellos, los padres debemos emplear todas las estrategias posibles para hablar con ellos, si sospechamos que nuestro hijo está en situación de riesgo o padece maltrato.

¿QUÉ PODEMOS HACER CUANDO NUESTRO HIJO ESTÁ INVOLUCRADO EN UNA SITUACIÓN DE MALTRATO EN LA ESCUELA?

Nuestro hijo o hija puede ser víctima, agresor u observador de una situación de maltrato. Si es víctima, desempeñará un papel pasivo; si es agresor, un papel activo; y si es observador, su papel es igualmente activo o, al menos, permisivo, en cuanto su actitud refuerza la actitud intimidadora del agresor hacia la víctima.
En caso de que nuestro hijo esté involucrado en una situación así, debemos tener tranquilidad y, sobre todo, escuchar la información que hayamos averiguado sin trivializarla. En todo caso, podemos dar los siguientes pasos:
1. Escuchar y mostrar interés por el asunto, sin menospreciarlo; no debemos considerarlo “cosa de chicos”.
2. Indagar si realmente ha ocurrido lo que nos cuenta, y no es fruto de su imaginación.
3. Ponerse en contacto con la escuela y solicitar la intervención y cooperación del profesorado.
4. Si lo anterior no funciona podemos dirigirnos directamente a la organización de protección de la infancia PROTEGELES: contacto@protegeles.com
5. Fijar una estrategia de intervención para detener inmediatamente el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.
6. Favorecer una solución adecuada y ajustada a la intensidad de la falta y al daño ejercido. Debemos apoyar a nuestro hijo enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.

¿QUÉ RELACIÓN DEBO MANTENER CON EL CENTRO ESCOLAR?

Algunos padres y madres de chicos víctimas se enfadan profundamente con el centro escolar al entender que no se está prestando suficiente atención a su hijo y que, debido a esto, han sucedido las agresiones. Es evidente que entendemos que, en situaciones de maltrato, la organización, supervisión y cuidado de los alumnos en el centro escolar son muy importantes; si bien a pesar de ello, a veces, las relaciones ocultas entre los alumnos pueden pasar desapercibidas a los ojos de los profesores. Por ello debemos confiar en la escuela y asumir que va a ser nuestra aliada en la mejora de la calidad de vida de nuestro hijo o hija, en el caso de ser víctima de malos tratos por parte de sus compañeros.
Por el contrario, si nuestro hijo está agrediendo a otros compañeros, lo importante será que cese en dicha actitud, que modifique los comportamientos y que comunique aquello que le está haciendo comportarse así. En ocasiones algunos padres o madres en esta situación entienden que la mejor forma de ayudar a sus hijos es mostrándose hostil hacia la persona que le comunica los hechos (profesor tutor, director, orientador,...) y rehúsan aceptar la implicación de su hijo. Es importante, pues, que entendamos que, una vez averiguado el grado de implicación de nuestro hijo en el proceso de maltrato, éste deberá asumir su responsabilidad y que lo peor que le puede ocurrir es no asumir su culpa y sentir permisividad ante los actos violentos, entendiendo así que el ejercicio del poder mediante la fuerza y el daño ajeno vale la pena, y que, por lo tanto, se puede uno salir con la suya y obtener una recompensa social, al demostrar que se es el más fuerte. Si permitimos que nuestro hijo deduzca esta mala enseñanza, le habremos preparado para repetir en el futuro su comportamiento abusivo sobre otras personas en cualquier contexto (escuela, familia, calle, trabajo, pareja,...), pudiendo causarle graves problemas a él y a cualquier persona con la que se relacione.
En ambos casos (alumno-víctima o alumno-agresor) la escuela ha de trabajar conjuntamente con los padres para abordar el conflicto suscitado, buscando respuestas adecuadas que ayuden a restablecer unas relaciones satisfactorias. Por eso te proponemos que:
  • Acudas a la escuela en cuanto tengas indicios, o simplemente sospechas, de que tu hijo está cometiendo actuaciones de maltrato o que está participando conjuntamente en agresiones a otros compañeros.
  • Intenta hablar con tu hijo e indaga sobre los indicios que observas. Explícale que vas a acudir al centro escolar y que tu intención es buscar una colaboración con la escuela para intervenir en el cese del maltrato.
  • Ponte en contacto con el tutor o, en su caso, con la jefatura de estudios, la dirección o el departamento de orientación del centro e infórmales de tus inquietudes.
  • Confía en que la escuela abordará el problema, tanto de manera individual como con el grupo clase que lo está presenciando.
  • Solicita ser informado de los pasos que se están dando y, a su vez, informa de cualquier mejora en la conducta, así como de posibles nuevas agresiones.
  • Mantén reuniones periódicas con el colegio para acordar actuaciones conjuntas y revisarlas.
  • En caso de que tu hijo sea víctima, si observas que aumenta su miedo, o que se produce un rebrote de las agresiones o que éstas no cesan a pesar de la intervención escolar, comunícalo al centro y, dependiendo del nivel de riesgo, indícales tu intención de denunciarlo en otras instancias.
  • Si tu contacto con la escuela no ha sido todo lo satisfactorio que esperabas, házselo saber y exige que se aborde el problema con toda prontitud. En caso de no considerar adecuada la intervención escolar, ponte en contacto con la Asociación de Madres y Padres (AMPA) o con el Servicio de Inspección educativa y solicita ayuda.
  • Si existe un alto riesgo para tu hijo o la agresión ha sido muy grave, dirigite a PROTEGELES o denúncialo directamente a la policía.

Y SI, A PESAR DE TODO ELLO, MI HIJO SIGUE RECHAZADO Y NO QUIERE IR AL CENTRO ESCOLAR, ESTÁ DEPRIMIDO, ETC., O POR EL CONTRARIO CONTINÚA AGREDIENDO A COMPAÑEROS Y PARTICIPANDO EN PROCESOS DE MALTRATO A OTROS COMPAÑEROS...

Desgraciadamente, algunas veces se llega tarde y el daño psicológico que se ha producido a la víctima es tal que, para recuperar su autoestima, requerirá la intervención de un psicólogo.
Algunas víctimas cambian de centro escolar entendiendo que así comenzará una nueva vida escolar. Esto no siempre surte efecto, puesto que puede haber una serie de circunstancias personales en la víctima que propicien la agresión hacia su persona; no hay garantías de que no se den incidentes semejantes en el nuevo colegio. Siempre que sea posible es más recomendable que la víctima restablezca su imagen ante los demás allí donde surgió el problema. Para ello se le deberán indicar una serie de habilidades y conductas que le ayuden a crear nuevos vínculos afectivos y relacionales con sus compañeros. En los primeros años de la adolescencia es esencial que la escuela y la familia trabajen juntos y se apoyen mutuamente, creando oportunidades para el adolescente que le ayuden a recuperar o a renovar su capacidad de una mejor y más satisfactoria relación con sus iguales.
Sin embargo, el cambio de centro escolar debe ser aconsejado para el agresor en caso de no cejar en su empeño. Al retirarle del contexto que le ampara y en el que encuentra el apoyo y la posición social que le permite ejercer el poder de forma abusiva, se le obliga a situarse en una situación más homogénea con el grupo de nuevos compañeros en el nuevo centro y se le otorga la posibilidad de buscar nuevas relaciones con actitudes y comportamientos distintos. Además, con el cambio, el chico o chica agresores han de asumir que su conducta es contundentemente inadmisible en la sociedad, que no se les permite bajo ningún concepto y que tiene consecuencias: apartarle de su grupo de amigos, que reforzaba su conducta agresiva e irrespetuosa hacia un compañero.
También, desde una perspectiva educativa, la ejemplaridad para el conjunto de la escuela, al conocer que las conductas de hostigamiento y maltrato graves no son permisibles y que se toman medidas firmes en caso de no cesar, favorece que el conjunto del alumnado asuma que lo que se dice es coherente con lo que se hace, lo que de ninguna forma sería el caso si tuvieran que cambiar de centro aquellos que necesitan más protección, apoyo y ayuda por parte del conjunto de la escuela: las víctimas.


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