lunes, 11 de julio de 2011

Miedos en la niñez

MIEDOS EN LA NIÑEZ



Los miedos en la niñez son muy comunes y la mayoría de los niños tienen algún temor, aunque suelen ser moderados y acaban por desaparecer con la el paso del tiempo.


La respuesta de miedo es normal y adaptativa, sobre todo para aquellas situaciones donde debemos enfrentarnos o escapar de algún peligro real. El problema surge cuando la respuesta emocional es exagerada respecto a la situación o se da en situaciones que no conllevan ningún tipo de peligro.


Un ejemplo del primer caso, sería el miedo excesivo a los perros, como cuando un niño ve un perro que va por la acera contraria y se abraza a nosotros, llora, grita, etc...En el segundo caso, sería el miedo a la oscuridad aunque el niño se encuentre en su cama cómodamente.


Dada la individualidad y las experiencias únicas de cada niño, las reacciones a una situación pueden, y de hecho lo hacen, variar enormemente. Las cosas a las que un niño tiene miedo también cambian a medida que el niño va creciendo. En los primeros años de vida, por ejemplo, el temor se suele centrar en los nuevos contactos sociales y el alejamiento de la madre (aquí debemos considerar el temor a ir a la escuela), a lo desconocido (estar solo), a la oscuridad, a los ladrones, a los animales, etc...


Hay diferentes razones que explican los temores que experimentan los niños. En unos casos el miedo tiene una justificación real. Como cuando un niño es atacado o mordido por un perro y a partir de ese momento desarrolla un miedo generalizado a todos los perros. El perro se ha convertido en un elemento aversivo para el niño y, de esta forma, el niño intentará escapar de él llevando a cabo diferentes comportamientos que en ocasiones serán excesivos (como cuando un niño sale corriendo, llora, etc, porque ha visto un perro). Así, aunque la causa original haya ocasionado la primera respuesta de miedo, el mantenimiento de ese temor se debe a las consecuencias que se dieron en aquel momento. El niño ha aprendido a evitar la situación, pero esto no hace que se solucione nada, simplemente evita el problema.


En otros casos, no encontramos una causa real que explique el temor que experimenta el niño. Hemos de recordar que el niño puede estar imitando los comportamientos de miedo que llevan a cabo las personas que le rodean o que por ejemplo ve en la televisión. Estos comportamientos se verán aún más reforzados si la atención que se presta a este tipo de comportamientos excede a la prestada en otras ocasiones, o se sobreprotege al niño cuando se encuentra en este tipo de situaciones.
¿Qué podemos hacer en este tipo de situaciones?
No hablar de "miedo" delante de él. Debemos evitar mantener conversaciones sobre miedos ya que esto sólo hace incrementar el problema, mucho más, si hacemos referencia explícita al miedo concreto que experimenta el niño. Por ejemplo, evitando los típicos comentarios de "yo no entro en ese sitio tan oscuro, me da miedo", "que viene el coco por la noche y te va a llevar" o, "que hay unos monstruos debajo de la cama y como no te portes bien...."
Seremos comprensivos y le prestaremos ayuda enseñándole formas específicas y adecuadas para manejar esas situaciones. Para ello, podemos utilizar historias, contar cuentos, películas donde hay niños que se enfrentan a una situación de miedo y salen airosos mostrándose valientes.

Dar un buen modelo de cómo estar tranquilo y solucionar situaciones nuevas o difíciles. Así mismo, podemos utilizar otros niños como modelos, por ejemplo, enseñarle cómo otro niño acaricia a un perro o entra en una habitación oscura.


Acercar el niño gradualmente al objeto que teme, por ejemplo, viendo una película de perros, acercándose un poco a un perro pequeñito, acariciándolo más adelante, y así sucesivamente.


Podemos utilizar un comportamiento incompatible con la respuesta de miedo, ya que si el niño está relajado o contento es más difícil que experimente la respuesta de ansiedad. Así, asociaremos un objeto agradable al objeto o situación temida, por ejemplo, tocar el perro mientras lleva en brazos su juguete preferido.


En el caso concreto del miedo a ir a la escuela, éste suele estar producido porque se han producido situaciones desagradables para el niño. Puede ser que alguna persona lo haya castigado, o se haya burlado de él en repetidas ocasiones. Entonces el niño comienza a llorar porque no quiere ir a la escuela o empieza a ponerse muy nervioso, dice que le duele la cabeza o el estómago, etc...


¿Cómo podemos solucionar este tipo de problemas?


En primer lugar debemos encontrar la razón exacta que produce que el niño no quiera ir a la escuela y las consecuencias que siguen a ese comportamiento de miedo.


No prestar atención a los comentarios o comportamientos que pueda llevar a cabo el niño para evitar ir a la escuela. Por ejemplo, si el niño llora o protesta diciendo que le duele la barriga o que se siente mal ignoraremos estos comentarios y le animaremos haciendo comentarios sobre lo divertida que es la escuela y lo bien que lo va a pasar.

Les diremos a los padres que hagan comentarios positivos sobre la escuela en casa y por el camino antes de entrar en la misma. De esta forma el niño se sentirá más tranquilo y favoreceremos que la situación no sea tan ansiosa para él.


Podemos utilizar un estímulo incompatible con la respuesta de miedo. Por ejemplo, la madre puede acompañar al niño al colegio y quedarse allí un rato, más adelante se alejará pero manteniéndose cerca, y así sucesivamente.


Facilitar la eliminación del miedo procurando que el ambiente del aula sea lo más agradable y divertido posible para el niño.


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