¿Qué hacemos ante…?
El niño que tartamudea
El caso Alejandro
tiene cuatro años. Es muy simpático y abierto pero presenta un problema que,
cada vez más, preocupa a padres y maestros. Alejandro tartamudea con demasiada
frecuencia.
Los profesores y
sus padres suelen interrumpirle y corregirle, presentándole un modelo de lo que
debe decir.
Han llegado incluso
a hacerle repetir lo que ha dicho. La maestra no se atreve a anticipar lo que
va a decir y espera con paciencia. Sin embargo, sabe que sus padres, sin tanta
paciencia, se atreven a anticipar lo que Alejandro va a decir.
¿Qué podemos hacer?
¿Hacemos bien con
estas actuaciones?
No. Es incluso
contraproducente. Ante todo hay que ser pacientes.
Debemos tener en
cuenta que Alejandro es incapaz de deshacerse de su trastorno por un simple
acto de voluntad.
Tampoco hay que
alabar a un tartamudo cuando habla normalmente: es recordarle su trastorno.
Nuestra tarea como profesores consiste en formar a su alrededor un clima de confianza
y de comprensión permisiva.
Es importante
evitar que se produzca o se agrave un sentimiento de inferioridad frente al
grupo y habrá que eliminar, por lo menos al principio, situaciones demasiado
difíciles (recitar, contestar... delante del grupo), sin darle con esto la
impresión de apartarle.
Muchos ejercicios
de psicomotricidad y dinámica le serán muy provechosos, así como el canto.
Es importante que
Alejandro vea frente a sí una persona relajada que está pendiente de lo que
está diciendo y no de cómo lo dice, que acepta mensajes incompletos, gestos de
sustitución cuando no sale la palabra, una persona que lo acepte como es.
El educador
intentará transmitir esa orientación a la familia, muchas veces excesivamente
centrada en los síntomas del niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario